Valparaíso del Siglo XXI sin Carpe Diem

Por Maximiliano Mills
Creo que hay dos cosas de las que me arrepiento en mi vida: haber fumado tabaco cuando era adolescente y no haber nacido en Valparaíso. Sí, yo debería haber nacido en el Hospital Naval cuando estaba en ese hermoso edificio en el cerro Playa Ancha. Si bien fui concebido en Valparaíso, nací en Viña porque una cuarentena hizo que el obstetra enviara a mi madre a la clínica Viña del Mar. Esta frustración se ha manifestado desde que tengo memoria, desde mis primeros recuerdos visitando el puerto en donde siempre me sentí como en casa. Debe haber sido esta frustración o cariño por lo que finalmente terminé escribiendo un libro sobre sobre Valparaíso llamado “Valparahitos” (en co-autoría con mi amigo pintor Lobsang Durney).
Solo una minoría de estos locales ha desaparecido por razones que no las trae el tiempo: al “Emporio Echaurren” los dueños dijeron “ya estamos cansados, no queremos seguir y no hay hijos que continúen con la tradición”. O la pizzería “La Riviera” por la que me hubiera cambiado de mi colegio en Viña del Mar, sólo porque a la salida hubiera podido comprarme un trozo de triángulo de esa pizza esponjosa y tan setentera que se servía en la en la esquina. Ese pequeño local terminó en el invierno de 2019 porque su dueño falleció.
Quizás parte de esa atracción la recuerdo desde cuando era niño y escuchaba a mis padres, a los amigos de su círculo cercano y vecinos universitarios cuando salían el fin de semana y llegaban hablando de la “bohemia porteña de Valparaíso” y lo bien que se pasaba. Yo con nueve años, sólo podía rogar que pasarán pronto hasta cumplir los18 años y finalmente poder ser admitido en todo ese universo maravilloso. El local donde más me interesaba ir porque escuchaba su publicidad en la radio era asistir a una función de la Compañía de Revistas “El Gordito de la Noche” ubicada donde hoy está el supermercado Jumbo frente a la Universidad Católica. Siempre escuché que era muy divertido, muy cómico e hilarante. Era una compañía de revistas que no salía de gira, solamente daba sus funciones en Valparaíso.
El toque de queda que comenzó en 1973 -y que partía a las 3:00 de la tarde- interrumpió y sepultó a esa hoy legendaria bohemia compuesta por un circuito de bares, restoranes y boites. Eso me lleva al título de este artículo: disfrutemos hoy porque mañana nadie sabe. Quizás nunca hubiera podido asistir a una función de “El Gordito de la Noche” porque nueve años es mucho tiempo, pero sí gracias a mis padres pude conocer de niño y adolescente sitios emblemáticos que hoy están desaparecidos en Valparaíso como el “Bar Inglés”, donde decían que almorzaba Pablo Neruda; el “Cinzano”, el “Liberty”, el bar “La Playa”, el restorán “Proa al Cañaveral”, El “Bogarín”, la pizzería “La Riviera”, los auténticos Hot-Dogs del “Danubio Azul” y quizás el que mejor consiguió adaptarse: la cuna de las Chorrillanas, el “J. Cruz”. Lamentablemente, lo que ha ocurrido con Valparaíso en estos últimos breves años ha sido para nuestra tradición de cinco siglos peor que un toque de queda.
p>
Seguimos. El “Cinzano” si bien nunca fue una mina de oro, en estos últimos 20 años si pudo mantenerse firme —además de tener su orquesta estable— hasta que lo mató el “estayíozocial” cuyas revueltas comenzaban frente a su puerta en la plaza Aníbal Pinto. También cerró ese nuevo clásico que era la pizzería & bar de vinos “Vinizio” en el cerro artillería, quizás la mejor pizza con masa a la piedra preparada en Chile por su chef uruguayo. También otro nuevo clásico que se va es “El Desayunador” de Marcia Abarca. No cerro ni por cuarentena o estallido; el local ya estaba en venta hace un par de años antes porque Marcia se había ido a radicar en otra ciudad de la región y sentía que había cumplido un ciclo de casi 15 años que era necesario terminar. El bar “La Playa” anunció su cierre hace dos semanas. El “Bar Inglés” desapareció mucho antes del 18-O, entre la mala administración y la muerte del barrio financiero. El único que está quedando, además de ser el más antiguo del puerto, es el “Liberty”, a media cuadra de la Plaza Echaurren, donde nació esta ciudad-puerto. Sólo aquel y el “J. Cruz” sobreviven al toque de queda, al estallido, de los terremotos, los incendios y a ese inesperado golpe de gracia llamado cuarentena.
Recuerdo hace unos 30 años atrás, cuando en las noticias informaban que la Reina Isabel se había ido a tomar un vaso de cerveza en un Pub que cumplía 100 años ¡Así de importante fue para el Reino Unido que la cabeza de su monarquía lo hiciera! El “Liberty” tiene más de 100 años; el “Cinzano” también y otros locales del puerto estaban cerca de celebrar un siglo de existencia. Pero entre la falta de continuidad del negocio con los hijos, el fallecimiento del dueño, terremotos, estallido social, pandemia, incendios y por último, el Alcalde más bipolar y megalómano en cinco siglos de historia de la Ciudad-Puerto. Cuesta ser optimista como para pensar que reconoceremos a Valparaíso cuando toda esta pandemia sea sólo un triste recuerdo. Será una ciudad cuya identidad de atmósferas —con personalidad única dentro de cada local— e identidad culinaria se haya desvanecido. Hoy existen muchos proyectos para construir en Valparaíso el Terminal 2, “el terminal del futuro que necesita Valparaíso”. Si hoy día un barco de carga pasa menos de 15 horas en cada puerto mientras sube y baja contenedores, quizás eso necesita Valparaíso y solo esto necesita hoy ser el puerto: la identidad de Valparaíso será transformarse en una correa transportadora de contenedores, que se suben y que se bajan de un barco. Para alimentación típica bastará con el “Starbucks” que está en la Plaza Sotomayor o con algún local que venda papas fritas al paso.