Ignacio Vargas Crossley

Íbamos eufóricos. La carretera nos pone así con la flaca, ella siente que es su lugar. Qué bacán partir con y sin rumbo a la vez. Sabíamos dónde íbamos, no a qué. Bueno, si sabíamos a qué, a dejarnos sorprender por esos días en el Maule, específicamente en la zona de Constitución. Sabían ustedes que uno de los cultivos más extendidos en Chile hace décadas era la marihuana? Me contaba mi madre que en el Fundo San Miguel, de sus padres en Talca, cultivaban profusamente la yerba esa.

Todo calza loca. Bueno, volvamos a nuestra euforia con la flaca. No era que manejaran un Cartel ni nada parecido, en ese tiempo la fibra provenía del cultivo de la marihuana. Hacía tanto que le vengo hablando de Talca y sobre todo de Conti (Constitución para los amigos), que ella iba a un lugar que ya conocía, por mí. Tengo tan buenos recuerdos de Conti, como también terribles, pero eso es para otro cuento. La invitación era algo difusa: ¿vamos a vagar por una parte del Maule? Adivinarán la resistencia de la flaca. Nula.

Le dimos una vuelta a la idea y terminó siendo una cata improvisada de vinos de Gillmore, que tiene su paraíso propio en el Fundo Tabontinaja, camino a Conti uno de esos lugares diferents del Maule, de los que tanto le había contado a la flaca. Por eso la euforia, porque no podía ser más entretenido. Sonaba Charly García en todas sus versiones: Sui Generis, Serú Girán, La Máquina de hacer Pájaros, etc. No sé por qué imaginé a Francisco, su fundador, escuchando algún tema de Charly mientras le metían mano a esas viejas parras. Yo le iba contando a la flaca por qué elegí los vinos que llevábamos y de paso, le hablaba de Daniela, su hija y de Andrés Sánchez, el enólogo. Desde que trabajé en distribuidora La Vinoteca que tuve un romance de lejos con la Viña Gillmore; de seguro influenciado por haber pasado frente a ella muchísimas veces, camino a Conti. Pero por sobre todo por la forma en que se relacionaban con el territorio, parecen, los tres, cosechados de Tabontinaja.

En fin, la aventura comienza en “Las Viejas Cochinas”, en La ribera oeste del Río Claro está esta picada de fuste, que en sus inicios fue algo cuestionada, lo que dio origen al su nombre. Le entramos a ese pollo sublime, servido en fuente, al centro de la mesa, con el que probablemente sea el mejor chancho en piedra del sur de la Vía Láctea y un pan amasado, que no jodas. Muy simpáticos ellos, nos dejaron descorchar, sin costo OJO, un Cabernet Franc Hacedor de Mundos del año 2014, como ellos mismos lo dicen, es pieza de artesanía, que conversa colosalmente con el Valle, su gente, su historia, qué trenes de Talca, íbamos tras el Buscarril.

Estoy seguro de que no existe un tren como éste en Chile. Imaginen un bus articulado del Transantiago, pero en versión años ’60. De andar cadencioso, va camino a la costa bordeando una buena parte del trayecto al Río Maule. Para en pequeños poblados camino a Conti, incluso en algunos que no existen, algún vecino avezado habrá cruzado una vaca para que el Buscarril pare. La mayoría de la gente que sube lleva sus productos a la feria de Conti, que funciona como un mercado al aire libre, todos los días.

A medida que se van subiendo, el carro se llena de eso aromas profundos a secano e historia centenaria. Con la flaca a estas alturas vamos levitando, hemos comprado todo lo que pueda imaginar, tortillas, vegetales, algunas frutas, lácteos, por Dios, esto es irreal. Íbamos imaginando con la flaca los picnics que haríamos con tanta cosa, hasta que no acordamos que traíamos descorchador y vasos plásticos. Aunque no fue necesario el descorchador para el País de Maule gracias a su tapa rosca, el bamboleo del carro, los aromas, esos tomates que olían igual que hace 150 años, Estábamos viajando a lo más profundo del Maule, de la mano de los Gillmore y de Andrés. Ese vino de una jugosidad que recuerda a la Patria Vieja, a nuestra cepa insigne, la flaca flotaba a mi lado, yo extasiado la veía levitar. Llegamos a Conti, luego de mil paradas en este Buscarril que debería ser obligación andar en él para sacar carné de identidá.

A unas cuadras de la estación de Conti se instaló “provisoriamenteparasiempre” una feria libre. Aquí lo de libre adopta un carácter total. Se pusieron un día y no se fueron más. Hoy son un mercado a cielo abierto. Aquí terminamos de comprar algunas cositas, que sumadas a las que compramos en el Buscarril, sería un colosal picnic en el Cerro Mutrún, accidente geográfico obligado en Conti, si quiere entenderse su naturaleza ribereña y costera. Aquí desplegamos en un chal prestado, todos los tesoros del Maule que encontramos camino acá. El Vigno, bello y jugoso Carignan sólo apreciaba la costa que lo marcó antes de entrar a la botella. Pero las Burbujas de Viejas…, llenaron la tarde de risas y bromas.

Nos bebimos al Maule del secano, nos reímos tan fuerte que pensamos dejaríamos de hacerlo, aceptamos la invitación de Daniella Gillmore, la de hacer un viaje por los sentidos en estos suelos. Una invitación a descubrirlos.