Caleta News Abril - CaletaWines

Durante el último tiempo me he visto obligada a reducir drásticamente mi consumo de alcohol, por motivos digamos que personales/médicos. Se trata de una restricción temporal y reversible, así que no me tiene en lo absoluto angustiada. Más que eso, ha sido una buena oportunidad para pensar, en general, qué se bebe y por qué se bebe. Y la reflexión ha sido interesante; hasta sorprendente.

En las situaciones sociales -llámese eventos- la gente se pone progresivamente más cocoroca, se relaja, y pregunta y cuenta cosas que cada media hora se van poniendo más osadas y directas. Las tallas también mejoran en calidad; y una que está más sobria que la señora del Registro Civil, hasta se contagia de tanta chispeza. Es bien curioso. Eso, hasta que tras otro par de rellenadas de copas, vienen los pelambres mala leche, los dramas laborales y al final, el lateo de rigor en su versión política, existencial o sentimental. Como sea, a esas alturas a mí ya me dio sueño y, lenta y silenciosamente, emprendo la retirada.

En reuniones más íntimas con amigos cercanos o con la familia, la cosa es bien diferente. En rigor lo que importa es pasar un rato juntos; y a pesar de lo que se pudiera suponer, no es tan relevante lo que se bebe sino que el simple hecho de descorchar, compartir y conversar; tanto mejor si es alrededor de una mesa abundante y bien puesta (como tiene que ser). Por supuesto, tantísimo mejor si se bebe algo bueno, pues el ambiente de confianza hace que todo se disfrute más, incluso -extrañamente- aunque no se pruebe una gota de la botella abierta. Y es que esa es precisamente la magia del vino: ya de mirarlo encanta; ya de compartirlo, sacia. Así, cuando es entre caras amistosas y risas conocidas, el verbo “beber” toma un cariz muchísimo más significativo y profundo que el simple hecho de vaciar copas.

Salud, y que tenga un lindo y abundante abril.