Por Maximiliano Mills

Tuve esta teoría durante muchos años, pero después de varios ejemplos ha pasado a ser una afirmación. Mi primera experiencia fue en la 2da “Fiesta del Vino País” en la Plaza de Cauquenes, en noviembre de 2016. El evento se desarrolla en la plaza de la ciudad durante todo el día sábado y domingo más cercano al feriado del 1ero de noviembre. Era la segunda versión (la primera me la perdí porque ni me enteré) y estaba muy bien cimentada en más de 34 viñas de la Región del Maule, casi todas cercanas a Cauquenes. Curioso: solo había un local donde encontrar comida: una señora en la Plaza de Cauquenes que vendía empanadas de pino y de queso.

Ese primer día sábado, después de haber recorrido varios de los puestos de los expositores de vino –alrededor de las siete de la tarde– siento que debo comer, y comer bastante para suplantar el almuerzo que me había saltado y también evitar que el vino tuviera un efecto mayor en mi lucidez (si como abundante no necesito escupir cuando estoy catando). Me dirijo al puesto con la señora de las empanadas y le pido de entrada “dos de pino y dos de queso” para comenzar a afirmarme después de todo el vino que había probado desde las tres de la tarde. La respuesta de la señora todavía –después de todos estos años– me sigue sorprendiendo: “se-me-acabaron”.

Al principio pensé que me estaba jugando una broma pero cuando veo que el horno estaba vacío, sin empanadas, ¡me tuve que controlar para no estallar de rabia! (y la rabia de hambre es una de las peores). Le replico “señora, este es el evento del año en Cauquenes. Toda la ciudad se prepara durante un año para recibir miles de visitantes y turistas en esta fiesta típica y usted me dice que el primer día, comenzando el evento, ¿¡ya se le acabaron las empanadas!?”

O sea… ¿Cómo es posible que estando rodeado de los mejores vinos del Maule haya tenido que irme de la plaza para buscar la fuente de soda más cercana y saciar mi hambre comiendo dos hot-dog de auténtico “Estilo Americano”?

#AlChilenoNoLeGustaGanarDinero

Aprovechemos el impulso y sigamos hablando de hot-dogs: en Chile desde el año 2009 cada día 24 de mayo se celebra el “Día Nacional del Completo” (denominación que en Chile recibe el Hot-Dog creado en Estados Unidos). Yo habiendo estado en cuarentena voluntaria-obligatoria-voluntaria, este 24 de mayo de 2021 justo coincidió con que ya se podía salir al centro de Viña del Mar, y me animé para ir a comerme un Hot-Dog en su día nacional.

Por el toque de queda aún vigente, todos los restaurantes y locales de comida estaban abiertos hasta las ocho de la tarde. Llegué al centro de la ciudad pasadas las 18 horas pero –cuento corto – recorrí tres cuadras de la principal calle de la ciudad entre Von Schroeders y Villanelo, debo haber pasado a preguntar en unos quince locales de comida y ya… ¡se les había acabado el pan de Hot-Dog! Sí tenían salchichas, palta, tomate, chucrut, mayonesa y mostaza, pero se les había acabado el pan.

Una vez más se ratifica mi teoría. No puedo entender que todos esos locales estuvieron cerrados durante más de doce meses, sin poder tener ingresos por venta de comida, y finalmente están abiertos cuando se celebra el “Día Nacional del Completo”, dos horas antes en el día del año donde más Hot-Dogs se venden, tempranamente se les acaba el pan. Para no creerlo.

Desde mediados de marzo de 2020 uno de los rubros de la economía que más se ha quejado con las medidas que hubo que tomar para detener los contagios ha sido el rubro de los restaurantes (seguido por el rubro hotelero). Todos escuchamos habitualmente “llevo un año cerrado, sin poder recibir público ¡Necesito abrir y tener ingresos o voy a quebrar!” Por esto, me parecen triplemente incomprensibles las vivencias descritas.

Llegará el día en que sea más probable un encuentro cercano en la playa viendo como el Unicornio persigue las gaviotas, antes de que el servicio de restaurantes en Chile se decida a ganar dinero.

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